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ISSN 1989-4163

NUMERO 87 - NOVIEMBRE 2017

Vampiras

Carmelo Arribas

¿Cuál fue el primer Vampiro del que se tiene noticia?

Si hemos de hacer caso a un extraño libro; “ El libro de Enoc”, que algunos piensan fue escrito en siglo II a.C, y que los que creen en su verosimilitud dicen que es del año 622 después de la creación de Adán, y por lo tanto, según su particular cronología, tendría unos 5.500 años, personifica a Caín como el primer vampiro y padre de los que le siguieron; “Entonces pregunté a Rafael, el vigilante…¿De quien es ese espíritu que está acusando y que se queja de tal modo que sube hasta el cielo gritando y acusando? Me respondió; es el espíritu que salió de Abel a quien su hermano Caín asesinó…(Y sigue describiendo unos pozos en los que hay diversos seres) Esta división ha sido hecha...para los espíritus de los hombres que no fueron justos sino pecadores…vosotros viviendo una vida eterna os habéis manchado con la sangre  de las mujeres y habéis engendrado con la sangre de la carne y deseado luego carne y sangre como aquellos que perecen…Y empezaron a pecar contra todos los animales…y devoraban los unos la carne de los otros y bebían sangre.”

Caín, tras matar a su hermano se convirtió en el primer homicida de la humanidad, y fue castigado por Dios convirtiéndolo en un ser sin vida, pero que se alimentaba de sangre, que viviría en la noche y que nunca podría contemplar del amanecer, ya que el sol es la vida y él era la oscuridad. Según diversos mitos, el primogénito de Adán y Eva, Caín, tras matar a su hermano Abel, fue condenado por Dios a vagar por el mundo. Pero al estar maldecido por Dios,  temeroso de ser muerto por cualquiera que le viera, le pidió la inmortalidad. No moriría, pero dejaría de ser humano, viviendo entre las sombras y alimentándose de la sangre de los vivos. De esta manera este personaje maldito se convirtió en el primer vampiro.

La Biblia, nos describe en el Génesis, (4, 11-16) el castigo impuesto por Dios a Caín por la muerte de su hermano, al que la tradición afirma que el objeto con el que le golpeó fue con una quijada de asno: “Maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano…andarás por ella fugitivo y errante. Dijo Caín a Yavé; insoportable es mi castigo. Ahora me arrojas de esta tierra; oculto a tu rostro habré de andar fugitivo y errante por la tierra, cualquiera que me encuentre me matará. No será así…puso pues Yavé a Caín una señal, para que nadie que le encontrase le matara”.
Pero el significado de la sangre, Bíblico, que nos ha llegado hasta ahora de modo subliminal, es, que esta, representa el alma. Cuando el vampiro chupa la sangre, en realidad le absorbe  el alma, en la que personificaban la vida. No es extraño que se prohíba, repetidamente, al pueblo hebreo tomar sangre, cuya norma, por esta costumbre, se arrastrará hasta los primeros tiempos del cristianismo en los que para los judíos conversos era una obligación el abstenerse de ella: “Esta es una ley perpetua para vuestros descendientes dondequiera que habitéis. Vosotros no comeréis ni sebo ni sangre” (Lev.3, 17). “Todo hombre de entre los hijos de Israel, o de los extranjeros que habitan en medio de ellos, que cazare un animal o un ave puros, verterá la sangre y la cubrirá de tierra; porque la vida de toda carne es la sangre, en la sangre está la vida. Por eso he mandado yo a los hijos de Israel; no comeréis sangre de carne alguna…quien la comiere será borrado”.
Así pues el rechazo a este ser que chupa sangre, como es el vampiro, proviene de esta maldición divina, no se alimenta de una parte del cuerpo de sus víctimas, como lo haría un caníbal, sino que su inmortalidad está, en que absorbe el alma y la vida de aquellos a los que ataca.

¿Pero este concepto es tan antiguo como para que ya aparezca en escritos que tienen algunos milenios, o es algo nuevo preconizado por la novela de Bram Stocker “Drácula”, publicada en 1897 ?
Ciertamente no,  en la mitología sumeria,  Akhkharu es un chupador de sangre. Y entre los antiguos eslavos, ya existía este ser que era ahuyentado por la plata y se mataba clavándole una estaca de madera en el corazón, o cortando su cabeza y colocándola entre las piernas. Pero estas viejas creencias sobre la vuelta de seres del mundo de los muertos para importunar a los vivos, pueden ser mucho más antiguas y estar más difundidas en todas las latitudes y culturas de lo que se puede pensar. En España,  en la cueva de Morín en Cantabria, del Paleolítico superior,  a uno de los cadáveres enterrados le cortaron la cabeza, que colocaron encima de su cuerpo, que al estar ladeado, quedó bajo su brazo izquierdo,  pero también colocaron sus pies junto a su vientre,  de esta manera se garantizaba que no volvería desde la ultratumba a molestar a los vivos.

Así poco a poco, con las aportaciones legendarias trasmitidas por diversas culturas y tiempos, se estableció toda la parafernalia que en la actualidad acompaña al personaje vampírico.

Es evidente, que este ser primitivo, no tenía las connotaciones aristócratas y glamurosas que tiene en las películas Drácula, sino que se trataba de un ser monstruoso  surgido de la vuelta, del mundo de los muertos, de hechiceros, suicidas, o los criminales más malvados, seres que vivían de la sangre de los vivos a los que incluso podían contagiar este estado. La lectura cultural de los cuerpos incorruptos que en algunas ocasiones se encontraban enterrados en las Iglesias, variaba mucho de la interpretación de la Iglesia Ortodoxa a la Católica. Los orientales con el conocimiento de una cultura vampírica pensaban que estos personajes que se habían mantenido incorruptos eran vampiros, mientras que en la Católica no mediatizada por estas leyendas, creían que podían ser santos, en cuyo cuerpo Dios  había hecho el milagro de la incorruptibilidad. El miedo que albergaban los habitantes de la parte oriental europea sobre estos seres se aprecia, en que al descubrirse algunas tumbas, los cadáveres tienen sobre sus gargantas sujeta una hoz, de tal manera, que si llegara a levantarse se decapitarían, con lo que acabaría la maldición.

El nombre de Vampiro aparece de modo claro, por primera vez, en el S. XVIII, pero ya hay antecedentes de personajes a los que se les ha aplicado este apelativo por una actuación hematófaga, y de pervivencia a la muerte, semejante a la que se le adjudica al vampiro clásico.  No hay que olvidar que “vampiro” tiene parte de la palabra griega “a-piroo” “el que no se quema”, pero también el que no se consume, lo que da por supuesto una permanencia vital.

La primera vez que se encuentra esta palabra es en 1074, en una carta al príncipe eslavo Novgorodian, definiéndolo como  “Upir Lychyj” “vampiro malvado”, y en la que se dice que un Upir, un vampiro, era un espíritu que acompaña al alma de una persona muerta desde la tumba hasta el más allá.

Pero vampiros históricos, ha habido muchos, personajes que tuvieron predilección por la sangre, sobre todo de jóvenes o niños,  posiblemente por esa idea que se trasluce ya en los viejos libros, como la Bíblia en la que la sangre es la vida y por lo tanto ellos adquirirían esa vida, evitando envejecer si la tomaban de los jóvenes. No hay que ir muy atrás en la historia para descubrir, que tal idea todavía perduraba a principios del S.XX.

Pero hay otros personajes que no han necesitado leyenda, y en los que como suele ocurrir con frecuencia, la realidad ha superado con creces lo que la fantasía más desbordada y sádica hubiera podido imaginar.

Una de las más conocidas es Erzsébet Báthory, en Hungría, sobrina del rey Esteban I de Polonia.  Obsesionada por la belleza, utilizaba la sangre de sus jóvenes sirvientas y pupilas, a las que desangraba  haciendo correr esta por un canal hasta caer sobre ella que aguardaba desnuda en una bañera. Las acusaciones y rumores, hicieron que el conde Jorge Thurzó se dirigiera al castillo, en el que Erzsebet vivía, por el camino se le unieron gran cantidad de campesinos, que veían en el conde la posibilidad de acabar con su impunidad. Llegaron un 30 de diciembre de 1610 entrando sin encontrar resistencia, ni a nadie. La primera persona que vieron fue a una sirviente atrapada en el cepo del patio, en estado agónico debido a una gran paliza que había recibido. Luego, a otra en el salón ya desangrada y muerta, mientras que otra a la que le habían agujereado todavía estaba viva. Las escenas dantescas, que  narra el conde Thurzó, continuaron.  En los calabozos había doce más, todavía vivas, algunas ya habían sido “utilizadas” en varias ocasiones. Erzsébet en su diario escribía, con complacencia sádica, las torturas que realizaba a cada una de sus víctimas hasta contabilizar 612. El castillo tenía por muchos lugares manchas de sangre que expedían un desagradable olor a putrefacción, y aquí y allá había toneles de ceniza y serrín, materiales que utilizaba para limpiar y recoger la sangre. No fue condenada a muerte debido a su linaje, pero sí  encerrada en una habitación, a la que tapiaron puestas y ventanas, de por vida. Murió en 1610.
 
Los periódicos, de vez en cuando, nos sorprenden con alguna noticia sobre estos seres de ultratumba. Así la agencia de noticias Reuters, se hacía eco el 12 de marzo del 2010, del hallazgo de los restos una vampiresa en una fosa del s.XVI en  Venecia. Se trataba del esqueleto de una mujer, a la que le habían metido entre sus mandíbulas un ladrillo, para evitar que se alimentara de las víctimas de una plaga. Y apunta el antropólogo Matteo Borrini de la universidad de Florencia, que la gente creía que los vampiros eran los causantes de plagas, tales como la peste negra. Los enterradores que abrían las fosas comunes, se encontraban con cuerpos hinchados llenos de gas, creciéndoles todavía el pelo y con sangre saliéndole por la boca, con lo que llegaron a pensar que todavía estaban vivos. Los paños con los que les ocultaban la cara, al enterrarlos, habían sido destruidos por las bacterias de la boca, por lo que sólo se les veían los dientes. No tardaría en imponerse la creencia que estos seres, muertos vivientes, abandonaban las tumbas y recorrían las calles chupando la sangre que quedaba en los cuerpos atacados por la peste, por lo que continuaban extendiéndola y consiguiendo, con la sangre de los moribundos, la fuerza para seguir viviendo. Dice Borrini:"Para matar a un vampiro tenías que quitar el paño de su boca, que era su sustento como la leche lo es para un niño, y poner algo, que no se pudiera comer, ahí". Ese es el motivo por el que en algunos cadáveres aparecen con ladrillos en la boca.

El vampirismo, no respeta sexo, edad, ni nacionalidad, como Filita Malisha de  60 años de Zambia, que en 1995 se acusó a sí misma de haber matado a siete de sus hijos para beber su sangre.    Noticias que sobre vampiro/as, trae la prensa de vez en cuando. El 14 del 9 del 2011, publicaban: “Arrestan a una joven "vampiro" por atacar a mordiscos a un anciano

Una joven ha sido arrestada en Estados Unidos acusada de arrancarle a mordiscos pedazos de la cara y de un brazo a un anciano que dormía en el porche de un restaurante, después de explicarle que era una mujer "vampiro".

¿Personajes enloquecidos? ¿Necesidad de sangre?¿Deseos de inmortalidad? No se sabe,  pero es evidente que personajes similares a estos siguen apareciendo de vez en cuando en las noticias de los periódicos. Pero hay otros vampiros,  los vampiros síquicos, aquellos que tenemos con frecuencia a nuestro lado, que no nos chupan la sangre física, pero que se comportan del mismo modo que los vampiros clásicos, nos absorben la energía, la vida, son gente negativa que están vampirizando nuestras ganas de vivir y que se alimentan de nuestro espíritu, sólo, que estos nunca aparecerán en los periódicos ni en las viejas historias, y a los que no les asustan ni los ajos, ni las cruces de plata, pero contra los que  sí hay un hechizo que nunca falla; Ármese de valor,  cabréese con ellos y dígales: ¡Vete por ahí, y déjame en paz¡ Y tras ello posiblemente desaparezcan para siempre y vuelvas a tener de nuevo una vida feliz. Es un gran conjuro para ahuyentarlos.

 


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